Próxima está ya nuestra llegada a Oviedo, a los pies de El Salvador, donde concluye nuestro Camino de San Salvador. (Denme ustedes permiso para redundar)
Y concluye exactamente en la Catedral de Ovieu, ciudad que toda la vida de Dios se la llamó Oviedo, pero ya que pasamos por Payares, vimos que "prohibese fumar"
Y que a la "Policía del Conceyu" hay que entrar "ensin picar"
Creo yo que ya tenemos suficientes conocimientos del idioma como para saber a dónde vamos cuando nos dicen que vamos a Ovieu.
Y yo, que debo tener algo de primate, ya me estoy yendo por las ramas.
Hablaba arriba de la Catedral e iba a decir que su construcción fue iniciada en el S XIV en el lugar donde ya habían existido otros templos consagrados a San Salvador... Eh?
Bueno si... ahora voy yo y os cuento con detalle la historia de la catedral... y además la de Ovieu... pa que me dejéis de hablar, no te fastidia...
Si tenéis interés (siempre es bueno informarse antes, porque si te informas después, pues lo mismo te pierdes algo...) (Por Dios! qué lúcido estoy hoy!)
Si tenéis interés, digo, en este enlace tenéis toda la información deseable y muy amena sobre la Catedral de San Salvador de Oviedo:
Lo leéis y cuando lleguemos me lo contáis ...
Pues eso.
Pues eso.
Yo iba a contar una historia (breve, no os valláis!) sobre una de las dos cruces que se pueden ver en la Cámara Santa de dicha Catedral, y que, además, es símbolo de la propia Catedral y del Ayuntamiento de Oviedo
Allá por el 808 (AD), Alfonso II el Casto, que ya había fundado la iglesia que mas tarde se convertiría en Catedral de San Salvador, tenía por deseo donar a dicha iglesia una Cruz de oro y piedras preciosas que, para mayor Gloria del Señor, había de ser de construcción extraordinaria.
Sin embargo, no fue el rey capaz de encontrar en todo el vasto reino orfebre capaz de fabricarla con la suficiente maestría.
Mas una tarde, cuando el Casto regresaba a su palacio después de oír Santa Misa, le informaron sus vasallos de la llegada de dos peregrinos que decían ser expertos orfebres.
Viendo el rey que aquello era Señal Divina, mandó llevar a los orfebres peregrinos a palacio, donde se les recluyó en una estancia con el oro y las piedras preciosas necesarias para la elaboración de tan extraordinaria Cruz.
Fue a al mañana siguiente cuando el rey se dirigió a dicha estancia con la intención de ver el resultado del trabajo de tan insignes peregrinos. Y mayúscula fue su sorpresa cuando se comprobó que en la estancia, que no tenía ni ventanas ni orificio alguno y que cuya puerta había sido fuertemente custodiada toda la noche, no había nadie.
Ya, pensareis, se piraron con el oro...
Pues no.
Sí estaba en la sala la magnífica Cruz, tan resplandeciente y llena de Luz, que apenas se la podía mirar.
Y desde entonces se la llama Cruz de los Ángeles.
Está construida con madera de cerezo y recubierta con láminas de oro y pedrería. En el siglo XVII se la añadieron dos ángeles de madera dorada.
Hasta entonces
BUEN CAMINO!!!
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